Signos de esperanza

A finales de junio, las circunstancias de este año tan singular me trazaron una ruta especialmente enrevesada para poder llegar a Ljubljana, después de cuatro meses confinándonos y desconfinándonos, y de cinco cancelaciones y otros tantos cambios de vuelos, compañías aéreas y autobuses. En mi primera escala, en Praga, entre el Aeropuerto Václav Havel y la estación de Zličín (donde me subiría a un autocar con destino a Múnich), tres horas de margen me permitieron una pequeña enmienda al itinerario «oficial» y lo hice pasar por el Puente de Carlos IV. 

Al llegar a la orilla occidental del Moldava (Vltava en checo) me sorprendió una tormenta, que me empapó mientras trataba de alcanzar el icónico puente de Praga. Cuando el aparatoso pero breve diluvio empezó a menguar, apareció ese arco iris que me apresuré a fotografiar todavía bajo una lluvia fina…

Me había acostumbrado a ver dibujos del arco iris pegados en puertas y ventanas, pintados por niños que trataban de contagiarnos a todos un poco de esperanza, así que, sin más, interpreté este arco iris «de verdad» como un regalo maravilloso de la Providencia, coincidiendo con el inicio de un viaje y un inminente reencuentro aplazado y ansiado durante unos meses que se nos hicieron tan largos. 

Mientras saboreaba este instante mágico, inevitablemente, mi mente analítica empezó a procesar esta visión tal como si estuviera contemplando una obra de arte. Entonces caí en la cuenta de que veía el arco iris precisamente al final del puente que me disponía a cruzar para continuar mi viaje. El simbolismo del arco iris se sumaba así al no menos potente simbolismo de la serie de arcos que forman el puente. 

El arco iris es un producto de unas circunstancias atmosféricas que escapan a nuestro control, pero la construcción de un puente sólido es una empresa compleja que requiere el acuerdo y la colaboración de un grupo numeroso de seres humanos. Me pregunté, pues, a qué esperamos para juntarnos a construir cuantos puentes sean necesarios para pasar por encima de prejuicios, fronteras, divisiones arbitrarias, en busca de esa esperanza que todos anhelamos…

Y con estas fotografías y el recuerdo entrañable de aquellos momentos intensos y fugaces, os deseo una Navidad luminosa e iluminadora y un año nuevo que nos encuentre dispuestos a contagiar esperanza.

Al sobrevolar Praga, bajo las nubes que anunciaban una lluvia generosa... 

En la orilla occidental del Moldava, con el tiempo justo de tomar unas fotografías mientras empezaba a llover...

El resplandor del arco iris sobre el perfil monumental de Praga.

Ya en casa de mis suegros, en Ljubljana, al contemplar las fotografías en la pantalla del ordenador, descubrí la escena romántica que no había percibido mientras disparaba mi cámara.

La gente paseaba por el Puente de Carlos IV sin las aglomeraciones habituales.


Gozando de las vistas, mientras cenaba el bocata que me había preparado antes de partir.

La última mirada al panorama más espectacular del Moldava, antes de dirigirme a la estación de metro y emprender la segunda etapa de mi periplo centroeuropeo...